Qui êtes-vous? C'est moi, mon amour... I

Dos almas que se encuentran en la oscuridad de la noche y un lío de sábanas blancas... Aquella imagen me recuerda lo que viene después, un amor no consumado, pero que se devatía dentro de nosotros por salir, por explotar de pasión...

El rostro de aquel hombre se me quedó clavado en mi mente mientras la sirvienta se encargaba de desvestirme, dejando las ropas en un cesto que tenía preparado...Yo me sentía mirando hacia el vacío, como ida, como si la imagen de aquel, el del primer hombre joven que conocía, me dejara absorta en divagaciones y fantasías, recordando a modo de película cinematográfical, cada gesto, cada movimiento, que se repetían una y otra vez las mismas escenas... Me tuvo que llevar en brazos hacia la bañera, repleta de agua caliente, pues mis músculos eran incapaces de moverse, aunque tirasen de mí para arrastrarme...

Se puso la piel de gallinar al primer contacto de mi cuerpo con el cálido vapor que desprendía la bañera. Me lavó con conciencia, mientras mi cuerpo se dejaba manipular libremente, un brazo por aquí el otro por allá, levántate un poco querida, cierra los ojos para que el jabón no se te meta... Así hasta que por fin salí del agua, esplendorosa en mi desnudez, con la piel sonrosada del calor del agua, mientras la sirvienta me secaba cada rincón de mi cuerpo con una toalla blanca.

Me preguntó amablemente si quería algo de comer y la dije que no, sin agradecerla su proposición. Me puso el camisón y me acompañó una habitación, donde me ayudó a acostarme y me arropó como si fuera una niñita y ella mi mamá. Solo deseaba que se fuera cuanto antes, que apagara la luz y cerrase la puerta, que me dejase sola en la oscuridad. Esperé unos minutos, quien sabe cuántos minutos fueron perdidos en aquella cómoda cama, hasta que escuché el ruido de una puerta al cerrarse al fondo del pasillo.

Me levanté cuidadosa de que él leve sonido de las sábanas no se oyese, de puntillas me deslicé por la habitación, con precaución abrí la puertal, intentando no producir ningún sonido sospechoso, observando en la oscuridad del pasillo, iluminada ligeramente por una luz que salía por debajo de una puerta, al fondo, la creí haber escuchado antes de salir de mi habitación. Cerré la puerta de mi provisional habitación y me dirigí hacia aquella puerta, que con su luz me llamaba...

La abrí la puerta y me introducí, brusca de emoción, y cerré la puerta sin darme cuenta de había hecho bastante ruido. El hombre, que se encontraba sentado en un gran sillón rojo, dirigido hacia una pequeña chimenea encendida ligeramente, fumando tranquilamente y casi ensimismado. Se dió la vuelta sentado y me miró de arriba abajo, con una tranquilidad inquietante. Respiraba agitada, como si una emoción excitante comenzara a recorrerme como una corriente eléctrica.

Se levantó con elegancia, con una mano detrás de la espalda y con la otra sujetando el cigarrillo. Era tan irresistible, que las piernas me temblaban de emoción, casi estaba a punto de caer y tuve que apoyarme contra la puerta. Se acercó a mí, hasta ponerse muy de cerca, casi podía escuchar sus calmados latidos. Me echó el humo en cara y oler extasiada su perfume, mezcla de menta y tabaco. Me acarició la cara con suavidad y me invitó a recostarme en la cama junto a él...

Estaba muerta de miedo y confusa. Solo era una niña y él un hombre. Estaba complentamente rigidez, él apagó su cigarro en un cenicero que había en su mesita de noche. Se tumbó a mi lado sobre su hombro derecho y me miró con deseo...

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